Como tantos años la fería, como llamábamos a aquellas casetas de tómbola y las inseguras atracciones que las acompañábamos, había vuelto a nuestra localidad.
Año tras año llegaban, a veces acompañadas de algún circo de nombre rimbombante como Gran Circo Europa o Circo Mundial, y entonces hacían las delicias de niños y no tan niños que disfrutaban de El Barco Vikingo o el clásico Tren de la Bruja.
Y aquellas tómbolas, que repartían sobrecitos o extrañas tablas con tres cartas de la baraja española pegadas, ofrecían todo tipo de premios. Desde jamones y longanizas a botellas de vino, cuberterías, freidoras, consolas coreanas que imitaban a las Nintendo y Sega y hasta televisores de 14’’.
Pero todos los años algún peluche o muñeco era la estrella y el vocero que coreaba los números premiados cantaba alguna rima bastante penosa a costa del muñeco de moda.
Un año era la muñeca Pepona o Chochona, tanto daba, otro el Naranjito. Los pitufos, Epi y Blas, Espinete o, más tarde, todo un clásico: el Perrito Piloto al que nunca supe encontrar porqué era piloto y mucho menos de que clase.
Me gustaba pasear cuando aún montaban las atracciones o las casetas y tómbolas. En alguna ocasión los operarios nos habían invitado a subir a alguna atracción “para probarla” y nosotros, tan temerarios como inconscientes, subíamos encantados sin saber que nuestra vida podía correr peligro.
Y en una ocasión ocurrió que un hombre, mientras desembalaba el muñeco que tocaba ese año se le quedó mirando con extrañeza. Al verme me preguntó cómo se llamaba ese peluche a lo que respondí: -Bart Simpson de Los Simpson.
El hombre sonrió satisfecho y me dio las gracias.
Pocos días después iba con mi pandilla a disfrutar de las ferias y me acerqué a aquella caseta, el hombre, micrófono en mano gritaba: -¡Los Chenchos, los Chenchos! ¡El niño de los Chenchos!
creo que el perrito piloto debía llamarse así por esos perritos que la gente metía en la parte de atrás del coche.
ResponderEliminarNo sé, es tan absurdo como el niño Chencho ;)