domingo, 26 de octubre de 2008

Una de Zombies

¿Cuántas horas al cabo del día pasas viendo la televisión?
¿Cuándo fue la última vez que cualquiera de nosotros de verdad hizo algo para conseguir lo que quería?
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que cualquiera de nosotros necesitó algo de lo que quería?
El mundo que conocíamos ya no existe.
El mundo del comercio y las necesidades superfluas ha sido reemplazado por un mundo de supervivencia y responsabilidad. Una epidemia de proporciones apocalípticas ha barrido la Tierra haciendo que los muertos se levantes y se alimenten de los vivos.
En cuestión de meses la sociedad se ha desmoronado, sin gobierno, sin supermercados, sin correo, sin televisión por cable.
En un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir.

Con este texto de contraportada se presenta la serie "Los muertos vivientes" al público español.
Esta obra del guionista norteamericano Robert Kirkman ha supuesto toda una revolución a un subgénero de terror que parecía agotado y que, en cine, ha necesitado ser enfocado desde otros puntos de vista (virus, mutaciones, experimentos genéticos) para parecer renovado.

Robert Kirkman es un joven guionista que, desde hace pocos años, ha dado un soplo de aire fresco al género superheroico con su serie "Invencible", en la que presenta a un joven e inexperto superheroe que vendría a ser el hijo de Superman de otra realidad (más o menos).

Sin embargo la serie que más le ha encumbrado como autor ha sido "Los muertos vivientes".

Vaya por delante que no soy un gran fan de las películas de zombies (vi de pequeño "No profanar el sueño de los muertos" y sufrí un shock) y mucho menos de los relatos postapocalípticos en los que la humanidad queda embrutecida. Sin embargo con esta serie estoy disfrutando como nunca.

La serie comienza, curiosamente, casi igual que la película "28 días después": el protagonista, un policía que ha sido víctima de un tiroteo, despierta en una sala de hospital semanas después y descubre que todo el mundo se ha convertido en "muertos vivientes". Comenzará la busqueda de su familia y el intento de recuperar algo parecido a una vida.

Y es precisamente en esto en lo que se diferencia esta serie de otros relatos de zombies. Aquí no hay grandes enfrentamientos heroicos contra los zombies, no hay una lucha incesante por la supervivencia, no hay una búsqueda de los motivos de la plaga o de una posible cura.
Lo que se nos cuenta son los intentos de unas pocas personas por "seguir adelante" y encontrar un sentido a seguir vivos.

Los personajes son conscientes de que el mundo tal y como lo conocían ya no existe y, probablemente, nunca volverá a existir. No hay aspiraciones de que la plaga remita, al contrario, saben que tras su muerte serán uno más de esos monstruos que les acosan.

Así los protagonistas se enfrentan a sus miedos y miserias. Los celos, la violencia, el egoísmo, la crueldad o la venganza salen a la luz; pero también la bondad, la generosidad, el amor y la amistad.

Los zombies de esta serie son meros figurantes que se arrastran parsimoniosamente alrededor del verdadero peligro: la humanidad.

La historia no está exenta de momentos terroríficos pero, curiosamente, no suelen venir provocados por los zombies: el padre que mantiene a toda su familia, convertida en zombie, en un granero esperando una cura que nunca llegará. La madre desesperada que se suicida entregándose al abrazo de un zombie. El mejor amigo del protagonista sucumbiendo a los celos y la locura. La pareja de jóvenes amantes que pactan su muerte...

Robert Kirkman consigue su trabajo más redondo (y eso que su "Invencible" es de lo mejor del género hoy en día) apoyado por unos competentes dibujantes (mucho mejor el Tony Moore del primer tomo que el posterior Charlie Adlar) en un acertado blanco y negro.

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