lunes, 31 de mayo de 2010

Viñetas recomendadas: Las Serpientes Ciegas, de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí



Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953) es uno de los mejores guionistas que existen actualmente en nuestro país, un autor que siempre sabe dar un toque reflexivo y culto a sus obras, profundamente documentadas y con claros guiños a la literatura negra y el cine.
Las Serpientes Ciegas fue editada por entregas en la revista BDbanda en entregas de periodicidad irregular, su edición en álbum sería primero en Francia, donde fue elegida por los libreros galos como uno de los 15 mejores álbumes publicados en 2008. Tras su edición en nuestro país la obra ha obtenido los premios al mejor guión y mejor autor en el XV Salón del Cómic de Barcelona y el Premio Nacional de Cómic Español del 2009, así como los premios a mejor guión de historieta realista 2009 del Diario de Avisos y el IX Premio de la crítica 2009 al mejor guionista y a la mejor obra nacional.

Si bien el trabajo del guionista puede verse como otra incursión a nuestra guerra civil esa sería una definición demasiado superficial. La guerra civil está presente en algún capítulo pero es realmente la idealización de la política y una visión romántica e ingenua de una revolución que nunca fue el verdadero motor de las acciones de los protagonistas. Una visión quizá decepcionada del propio autor que plasma en el personaje de Curtis Rusciano, presentado inicialmente como líder iluminado abducido por los ideales revolucionarios comunistas y que deviene en traidor resentido en los capítulos finales.

Es sin embargo la propia estructura de la obra donde guionista y dibujante juegan su mejor baza. Dividida en siete capítulos que van adelante y atrás en el tiempo para ir colocando las piezas de un puzzle que tendrá en sus últimas páginas un sentido totalmente inesperado en un arriesgado giro que , sin embargo, no sólo no desentona con el resto de la obra sino que añade matices y profundidad a la personalidad de Ben Koch el protagonista principal de una obra en la que es más una marioneta de las personas, los acontecimientos y, sobre todo, del destino. Un destino que le busca en la forma del hombre que viste de rojo cuya presentación en las primeras páginas trae ecos de la mejor novela negra: «Me han encomendado la misión de encontrar a un hombre que incumplió un pacto».

The man in red

Así viajamos de la Nueva York de 1939 donde conoceremos a Red, un viejo idealista que vive esperando una revolución en la que nunca podrá participar, saltamos al Nueva York de 1936 donde Ben Koch llega huyendo de la policía de Detroit que le busca «por algo que no quiero recordar» que nunca nos será revelado pero que causará la condena final de Koch. Conoce a Red que le guiará por el clandestino movimiento comunista y donde conocerá a Curtis, la persona que cambiará su vida y que le llevará a luchar en la guerra civil en la España de 1938.

Sin embargo Koch no es una persona de grandes ideales, es alguien arrastrado por las circunstancias y manejado por aquellos con los que se cruza, Curtis le inicia en las ideas revolucionarias comunistas y el que, debido a un crimen, le obliga a huir del país, en España busca el refugio en las personas que conocen a Curtis y donde conoce el amor y nuevamente es arrastrado a luchar en una guerra que en otras circunstancias le hubiera importado bien poco.

Es precisamente en las trincheras donde volverá a encontrar a Curtis y descubrirá que el hombre que había idolatrado no es más que alguien resentido y desencantado para el que los ideales sólo son una manera de manipular a los demás para poder medrar en sus ambiciones.

Llegamos así a una resolución final en la que la venganza y los reproches llevan a los personajes a su clímax y, en un giro fantástico descubriremos quién es el hombre que viste de rojo y cuál es el destino final de Ben Koch.


¿Otra historia de la Guerra Civil?

Ilustrada por Bartolomé Seguí (Palma de Mallorca, 1962) que abandona su tradicional blanco y negro para ofrecernos una interesante paleta de color que añaden plasticidad a un dibujo de trazo grueso que se amolda perfectamente al guión narrando, sin experimentos ni sorpresas pero con ritmo, sin destacar por encima del guión. Un dibujo que recuerda al Miguelanxo Prado de Trazo de Tiza y cuyo color marca a algunos personajes desvelando lo que realmente son.

Una obra sobre el desencanto, la política travestida de altos ideales, la venganza y el destino al que nos llevan nuestros actos.

lunes, 17 de mayo de 2010

Viñetas recomendadas: Los Muertos Vivientes, de Robert Kirkman, Tony Moore, Charlie Adlar

¿Cuántas horas al cabo del día pasas viendo la televisión? ¿Cuándo fue la última vez que cualquiera de nosotros de verdad hizo algo para conseguir lo que quería? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que cualquiera de nosotros necesitó algo de lo que quería? En un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir.

Con esta introducción presenta el guionista Robert Kirkman (E.E.U.U., Kentucky, 1980) su, hasta ahora, obra cumbre. Guionista todoterreno en el género superheroico donde su Invencible se ha convertido en todo un referente de la industria y un modelo de cómo construir una serie partiendo de elementos convencionales para crear algo distinto, fresco y original. Es, sin embargo, su serie The Walking Dead la que mayor prestigio y fama le ha dado con diversos premios como nuestro premio Expocómic 2006 al mejor guionista internacional y estando nominado este mismo año al premio Eisner a la mejor serie de continuará. Además este año ha empezado el rodaje de una serie basada en Los Muertos Vivientes en el joven pero prestigioso canal norteamericano AMC, conocido por la excepcional serie Mad Men. El piloto ya está en fase de producción a cargo del director Frank Darabont (Cadena Perpetua, La Milla Verde).

Los Muertos Vivientes es editada en EEUU En formato comic-book mensual de 24 páginas desde el año 2003 habiendo alcanzado en la actualidad los 70 números y que vienen siendo puntualmente recopilados en álbumes conteniendo 6 ejemplares cada uno y con portadas exclusivas para esa edición, en nuestro país este ha sido el formato elegido por Planeta DeAgostini para su publicación habiendo salido recientemente el tomo noveno alcanzando así el número 54 americano.

¿Qué nos encontramos en esta serie? Estamos ante un cómic de terror género zombie, una definición que se queda muy pobre ante el verdadero protagonista de este tebeo: la pérdida de la civilización y la búsqueda de una nueva vida en un mundo destruido. Más cercano quizá al genero post-apocalíptico que a un tratamiento puramente de terror el tratamiento del género zombie se hace respetando las normas que en su día definiría George A. Romero alejándose de los más recientes acercamientos al género que películas como 28 Días Después o Resident Evil nos han presentado, con zombies que no son exactamente muertos vivientes que acosan y atacan desenfrenadamente a los seres humanos.

Los muertos andantes -que sería una más correcta traducción- de Kirkman son torpes y lentos y sólo tienen en el número una verdadera ventaja frente a los humanos. Son una presencia constante en la serie -incluso en su ausencia- y son, finalmente, el catalizador de las emociones que realmente sustentan la trama. Porque es precisamente de esto, de las emociones, de cómo el ser humano se enfrenta a un mundo destruido y sin esperanza, de lo que trata este cómic. Lejos de intentar luchar contra la plaga que asola el mundo los protagonistas de la serie lo único que pretenden es adaptarse y restablecer algo parecido a una vida.

"Yo la tengo más larga"

La serie se narra desde el punto de vista de Rick Grimes, un policía que tras un altercado despierta de un coma en un hospital en un mundo que ya ha sido alterado por los zombies y que tras conseguir reunirse con su familia se dará cuenta que el nuevo estado de las cosas no sólo ha afectado al entorno sino también, y muy profundamente, a las personas. Haciendo surgir en muchos casos deseos, odios y rencillas que permanecían ocultos tras el status quo perdido. As como si de una guerra se tratase, los humanos han dejado de lado muchas de las normas que regían en la sociedad y en muchos casos han dejado salir algunos de los sentimientos reprimidos que ocultaban tras las estrictas normas de la civilización.

La serie contiene no pocos momentos terroríficos, pero son precisamente los más inquietantes aquellos que surgen de lo más profundo del ser humano, como la pareja de novios que decide suicidarse antes que enfrentarse al nuevo entorno o ese padre que conserva a toda su familia zombie en un granero a la espera de una cura que es imposible que llegue.

Porque los zombies de la serie no son personas infectadas por un virus que puedan curarse, son verdaderos muertos que han cobrado vida; hay también una verdad aterradora detrás: los seres humanos sí que están infectados por lo que sea que ha traído la plaga y, por tanto, cuando mueren pasan a ser zombies. No hace falta ser mordido por un muerto viviente -cosa que por otro lado conlleva una muerte segura- para acabar convertido en zombie, una simple enfermedad o muerte violenta añadirá un nuevo miembro a los muertos andantes.

Esta certeza es precisamente lo que hace perder toda esperanza a la humanidad, no importa lo que se luche por sobrevivir o combatir a las hordas que pretenden matarlos, al final todos acabarán en el otro bando.

Con un pulso certero Kirkman dosifica los momentos de acción y enfrentamiento contra los zombies con otros en los que sencillamente se dedica a profundizar en las relaciones de sus protagonistas, un grupo heterogéneo de supervivientes unidos por un mismo objetivo: vivir una vida normal. Así surgen amores, odios, alianzas y enfrentamientos en una continua evolución de los personajes, especialmente del principal protagonista, el ex-policía Rick, que pasará de optimista líder a tullido desequilibrado a dos pasos de la locura.

Con dibujos de Tony Moore en las primeras entregas (1978, Lexington, Kentucky) es pronto sustituido por Charlie Adlar (1966, Shrewsbury, Inglaterra), quizá peor dibujante que Moore pero competente narrador con un buen dominio de los claroscuros y una mejora paulatina que le convierten en un perfecto dibujante para esta serie que, por cierto y contra lo habitual en el mercado americano, se edita en blanco y negro.

"I'm a poor lonesome cow-boy..."

Un cómic altamente recomendable tanto si eres amante del género como si no, una lectura que atrapa número a número y un tebeo que se ha convertido en todo un referente en una industria dominada por las capas y leotardos.


sábado, 1 de mayo de 2010

Viñetas recomendadas: As Enemigo: guerra en el cielo, de G. Ennis, C. Weston y R. Heath

El As Enemigo fue creado en 1965 por el guionista Robert Kanigher (1915-2002, E.E.U.U) y el mítico dibujante Joe Kubert (1926, Yzeran, Polonia) apareciendo en diversas cabeceras de corte bélico de la editorial DC Comics hasta los primeros 80. Sólo tendría una corta reaparición destacable en la novela gráfica de 1990 titulada As Enemigo: Amor de Guerra escrita y pintada por George Pratt. Habría que esperar al año 2001 para que apareciera publicada la obra que nos ocupa: As Enemigo: Guerra en el cielo que recientemente ha editado Planeta DeAgostini con guiones de Garth Ennis (1970, Hollywood, Irlanda del Norte) y dibujos de Chris Weston (1969, Rinteln, Alemania) en el primer capítulo y de Russ Heath (1926, New Jersey, E.E.U.U.) en el segundo y último.

El As Enemigo, fue concebido como sosias del mítico Barón Rojo y sus historias originales estaban ambientadas durante la Primera Guerra Mundial, resulta poco común que en aquellas historias el punto de vista fuese el de un enemigo, sin embargo, la visión atormentada del protagonista, la caballerosidad de los jinetes del aire, el honor entre pilotos y una visión algo distante de la violencia convirtió su trabajo en un clásico indiscutible.

Si bien los relatos clásicos se sitúan en la Primera Guerra Mundial el guionista irlandés Garth Ennis ubica su relato entre los años 1942 y 1945 durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Hans von Hammer, “el martillo del infierno”, vive en su privilegiado castillo alejado de los acontecimientos que azotan Europa hasta que una inesperada visita del pasado le hará volver a los mandos de una nueva avioneta de color rojo. Sus motivaciones están bien alejadas del ideal de conquista nazi, Hammer luchará por su país y por todos esos jóvenes que el Tercer Reich está condenando a una muerte segura en Rusia, nunca por “un viejo perturbado y senil con un bigote a lo Charlie Chaplin”, pero también porque es lo único que sabe hacer.

El detallado dibujo de Chris Weston remarca la crudeza de ciertas secuencias.

A lo largo de las páginas el desencanto de von Hammer va creciendo y no duda en declarar que cree luchar en el bando equivocado lo cual le granjeará graves conflictos con sus superiores, tras ser derribado y caer en Leningrado podrá ver cómo es la verdadera batalla en tierra y su visión algo idílica de la guerra, a vista de pájaro, cambiará para siempre. Pronto se dará cuenta que no existe el bando correcto y que los pilotos como él manchan el cielo luchando en el paraíso. Finalmente, con la llegada de las tropas americanas y en una antológica escena en la que el Sgto. Rock -otra de las clásicas creaciones de Bob Kanigher y Joe Kubert- se encuentra cara a cara con el héroe alemán, von Hammer se entregará declarando que “su” guerra ha terminado.

Garth Ennis es un notorio guionista cuya obra ha sido principalmente editada en Estados Unidos siendo su obra más destacable Predicador un extenso trabajo que le hizo merecedor de diversos premios. Es conocido por sus historias irreverentes y su marcado carácter provocador pero también es notoria su afición a los relatos bélicos que ha plasmado en diversas historias recopiladas recientemente en el tomo Historias de Guerra por Planeta, su visión de la guerra es extremadamente realista, sucia y cruel independientemente de los bandos combatientes, sus relatos carecen de heroísmo y glorificación del combate, para él la guerra es muerte y destrucción tras oscuras motivaciones ideológicas y políticas. Así As Enemigo: Guerra en el cielo, abandona por momentos los hermosos combates en el aire para bajar al suelo y mostrarnos niños tiroteados, soldados crueles y violentos, civiles que caen en la antropofagia para sobrevivir, campos de concentración y oficiales fanáticos.

En la parte gráfica contamos con dos dibujantes a cual más diferente. Por un lado, en la primera historia de este pequeño tomo, contamos con el detallado y muy realista dibujo de Chris Weston, sus páginas, con un dominio absoluto de rostros y expresiones, destacan por la verosimilitud que reflejan. En la segunda parte del tomo contamos con Russ Heath es otro clásico del cómic, coetáneo de Kubert y compañero suyo en multitud de relatos históricos y bélicos y un estilo de dibujo que se asemeja bastante al maestro Kubert, con un dibujo menos detallista y acabado, pero igualmente expresivo y con un perfecto sentido de la narración, especialmente en las escenas aéreas.

Clasicismo y modernidad conviven perfectamente en las páginas de esta gran obra.